Porno en el MEP ¿Quién puso el racumín entre las galletas?

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Por Esteban Mata.

Cuando era chiquillo, recuerdo que me llamaban la atención las etiquetas. “Tóxico”, “Peligro”, “Mantener fuera del alcance de los niños”. Lo recuerdo bien. De hecho, caigo en cuenta que en más de una ocasión leí aquellas advertencias, porque precisamente, estaban al alcance de los niños.

Ahora, que está de moda prender las antorchas digitales para incendiar el MEP, a propósito de la publicación inapropiada y fuera de lugar en torno a una novela de realismo sucio (en serio eso no es erótico, es sexo duro y puro), queda claro que hay gente dentro del Ministerio que debería estar fuera del Ministerio.

Es que uno no deja material tóxico, inflamable o delicado al alcance de personas que no tienen la preparación para manipularlo. Es un acto irresponsable que puede devenir en una situación lamentable. Una situación similar ocurrió con la novela en cuestión: no debería estar al alcance de la niñez o la adolescencia desprevenida.

Esto por sí solo no quiere decir que se trate de basura, porque como dije arriba, no la he leído. Hay, por su puesto textos de realismo sucio que son basura, e incluso se han aplaudido, con torpeza. Pero otras obras de esta corriente, han generado un golpe de atención a problemas que contienen precisamente realidades que deben contarse con los matices propios de la realidad que buscan describir. Sin eufemismos ni hipocresía.

Pero claro, sacados de contexto algunos de sus párrafos, nos parecerán auténticas barbaridades. Es el resultado evidente de poner el racumín entre los atunes.

Es decir, el análisis y la obra debían estar en otros espacios, pues son, de acuerdo con los extractos publicados, textos pornográficos que, desde la página web del Ministerio de Educación Pública generan una abierta y normal molestia. A fin de cuentas, ¿quién no se indignará de encontrar los pesticidas revueltos con las galletas?

No se trata de ser mojigato, es una cuestión de violencia literaria, que debería tener advertencias sobre el contenido explícito, y sobre todo, no estar al alcance de menores de edad.

Y si bien me incómoda el silencio hipócrita en torno a la exposición a la que nuestra niñez es expuesta día y noche al alcance de un teléfono “inteligente”, de pronto fíjese que me incomoda aún más el discurso hipócrita de quienes hoy gritan pero todos los días callan frente a la exposición y la carga de contenidos sexuales explícitos a los que son expuestos nuestros estudiantes y jóvenes, niñas y niños.

Todos los días silencio del PANI, silencio de la Comisión de Niñez del Congreso, silencio de los directores de escuelas y colegios, silencio de los padres, de la Iglesia, de las iglesias en general, silencio de los medios de comunicación y de periodistas quienes deberíamos alzar la voz no bajo un interés político directo, que también contamina la denuncia, sino en función del interés directo de los menores (igual el golpe político es entendible, pero solo pone en evidencia el alto grado de oportunismo alrededor del tema).

Todos los días en redes sociales, en música emitida a través de las frecuencias del Estado en emisoras comerciales y en el contenido de algunos canales televisivos que disfrazan de familiar el contoneo sexoso de modelos embutidas en trajes pegados al cuerpo.

Es cierto que juzgo desde la ignorancia de la obra total. No he leído la novela del cubano Pedro Juan Gutiérrez “El Rey de La Habana” y publicada por la editorial Anagrama, es una novela de Realismo Sucio, que es otra víctima de este desastre en el MEP.

Me explico: la revista Conexiones, planteaba en la página del Ministerio de Educación que las publicaciones estaban dirigidas a estudiantes, docentes y padres de familia… ¿Es que no hay alguien con sentido común en el MEP para determinar que no todos los contenidos son abiertos para todas las audiencias?

Digo, no es lo mismo analizar a Charles Bukowsky que a Carmen Lira, ni en sus contenidos ni en sus estilos ni en sus momentos históricos ni en nada. Por la misma razón, un texto de la corriente del realismo sucio como el de Gutiérrez o textos de Zoé Valdés pertenecen a espacios narrativos descarnados, crueles y directos, que por lo general retratan los peores ángulos de nuestra sociedad, como una bofetada de realismo ante la hipocresía discursiva de una sociedad en decadencia.

Una sociedad que aplaude a instituciones que a escondidas y en voz baja, encubren violencia de todo tipo hacia poblaciones vulnerables, tal es el caso de muchos representantes de la Iglesia católica que han caído y recaído en prácticas mucho peores a la ficción relatada en la novela analizada por la revista del MEP.

No se trata de minimizar una situación delicada como la que estamos viviendo con los desórdenes a lo interno del MEP. Tampoco se trata de satanizar una obra que bien puede ser analizada y discutida como lo que es: una pieza discursiva de realismo crudo y sucio, que es necesario no obviar. Se trata de poner cada cosa en su lugar.

No vaya a ser que la infancia o juventud desprevenida se intoxique con malas palabras o con referencias sexuales que por su edad no son apropiadas para el consumo, aunque en internet, en las aplicaciones de moda como Tik Tok o Instagram, vean el perreo directo de muchachas cortas de ropa acompañadas de letras misóginas que incitan e invitan a los placeres sexuales igual o peor que el relato del cubano que hoy nos ocupa.

Aún así creo urgente que se realice un remezón en el MEP y se ponga orden, que se quite a la persona irresponsable que ha puesto el racumín entre la merienda de los niños y que alguien, por Dios, ponga en su lugar cada cosa.

Hay mucho de qué hablar sobre este tema, pero por acá me parece que debíamos hablar en voz alta, al menos de este punto en específico. Es que ya son muchas las tortas con nuestros jóvenes, que sufren los yerros de tecnócratas descuidados.

La cachetada es amplia y pareja, somos un grupo de hipócritas sociales con el Jesús en la boca y en muchos casos, la malicia entre los favoritos del celular.

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