Por Nury Guevara
Como primera instancia, este escrito se inicia con el hecho de que la Economía creativa implica el desarrollo, promoción y generación de las industrias culturales para la venta de bienes y servicios culturales. La innovación y la creatividad humanas son los motores fundamentales de estas industrias, convirtiéndose en la auténtica riqueza de las naciones del siglo XXI.
Previo a la pandemia por el virus COVID-19, el crecimiento del sector representó un impacto de 6% del PIB mundial, lo que se traduce en la generación de empleos para más de 30 millones de personas. Sin embargo, lo ocurrido en la pandemia resultó ser un proceso doloroso y lleno de retos. Pese a los desafíos económicos y sociales, el sector mitigará los efectos negativos de la crisis mediante la creatividad e innovación.
Ahora bien, la participación del sector en el PIB mundial disminuyó al 3%, y aún se siguen midiendo los efectos ocasionados. No obstante, liberar el potencial de la economía creativa implica promover la creatividad general para la sociedad, consolidando la identidad de los pueblos, permite mejorar la calidad de vida, así como la imagen y el prestigio de las comunidades. Así, apoyar la economía creativa permite contribuir al tejido social y cultural mediante el desarrollo económico.
En este contexto, el siglo XXI fue declarado por la ONU como el siglo de la mujer. A pesar de la declaratoria, aún existen países donde la desigualdad se niega a desaparecer en diferentes áreas de la sociedad, como trabajo, salud, empleo, hogar y derechos, entre otros. Para encaminarse en la erradicación de la desigualdad, es importante que la mujer se centralice en su incorporación al mercado de trabajo y el reconocimiento de sus derechos, sino que se le dote de herramientas para obtener capacidades de liderazgo suficientes que permitan neutralizar cualquier situación que lleve a tomar decisiones intolerantes y misóginas. Al promover el liderazgo femenino se convierte en un escalón esencial para la creación de un entorno más equitativo y justo.
En el plano internacional, en materia económica y financiera, las mujeres han logrado importantes avances al posicionarse en diferentes organismos como la FED, el FMI o la Cepal, donde se ha logrado la presidencia. Asimismo, en países como Alemania, Reino Unido, Chile o Noruega, los cargos de primer ministro han sido ocupados por mujeres. Estos son sólo algunos ejemplos que, aunque significativos, siguen siendo insuficientes para que la equidad de género se manifieste como una constante y las desigualdades sean cosa del pasado. Para lograr una verdadera equidad de género, es fundamental continuar promoviendo la participación de las mujeres en todos los niveles de decisión y liderazgo.
Ahora bien, con la Agenda 2030 puesta en marcha por la ONU con respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se coloca la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en una posición central. Para alcanzar estos objetivos, es necesario emprender acciones encaminadas a la eliminación de la pobreza, y a la promoción de un crecimiento inclusivo y sostenible. El rol de las mujeres en materia laboral es determinante, ya que destinan la mayor parte de sus ingresos al bienestar de sus hijos y su familia. Su contribución al desarrollo de los hogares es muy significativa.
Por tanto, para reducir la desigualdad de género en nuestro país, es necesario un enfoque integral que combine el fortalecimiento de las asociaciones cooperativas, la implementación de políticas públicas inclusivas y la educación y sensibilización de la sociedad. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más equitativa e inclusiva, donde las mujeres tengan las mismas oportunidades de desarrollo y éxito que los hombres. Estos son algunos de los retos que tenemos por delante, y es nuestra responsabilidad colectiva trabajar juntos para superarlos.
