Por Emmanuel C. Prado.
- Si las luchas sociales pretenden seguir vigentes, es inminente hacer una ampliación clara de los nuevos horizontes políticos y una reflexión seria de nuestra propia lucha
Así como muchas formas de organización política que hay en nuestro país y el mundo, los sindicalismos atraviesan dificultades clave para seguir el rumbo consistente del movimiento obrero, que no es otro más que mejores condiciones salariales a partir de la relación de trabajo que establecen con una entidad patronal.
El contrapeso que representan los sindicatos con respecto a las políticas de gobierno de turno, es fundamental en los estados democráticos liberales.
En medio de esas luchas, los gobiernos suelen aliarse con las élites económicas y mediáticas más sólidas de nuestros países. Frente a ello lo que corresponde son ciclos de campaña informativa, para que la clase obrera conscientemente proponga su lucha en contra de la explotación laboral.
Según la teoría más clásica, el movimiento obrero tiene como tema central el reparto de la riqueza y el poder.
Pero, como anunciamos anteriormente, otros temas deben ser de interés para actualizar los repertorios de lucha, con el propósito de permanecer vigentes. Uno de los componentes más difíciles de abordar es: ¿Cómo permanecer como un referente social en la defensa de los derechos laborales, en un contexto donde el individuo se ha reducido a una condición de consumo?
Frente a esas respuestas, es que incipientes esfuerzos se han realizado en algunos espacios donde he tenido la oportunidad de laborar, particularmente en la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP). El eje ambiental, para cualquier organización, ya sea política, cooperativa, empresarial o mediática, debe ser atravesada por este importante tópico actual y necesario en las agendas de todo tipo..
¿Cómo se expresa un sindicalismo verde?
Primero es importante conocer que, desde los más recientes foros internacionales, como el de Kyoto, y particularmente la COP, en el marco de esfuerzos de Cambio Climático de la ONU; el tema ambiental ha adquirido gran tenor.
No obstante, estos espacios se han caracterizado por su visión superficial y complaciente con el capital. En este sentido entonces, para entender cualquier marco de interpretación de lo ambiental, hay que reconocer la existencia de una crisis climática, que acerca al ser humano a un agotamiento de lo natural sobre el planeta, y por supuesto, comprometiendo la supervivencia de la persona humana a futuro.
En esta misma línea, la explotación de los recursos naturales es totalmente co-dependiente con la producción humana, por ende con el trabajo.
Si hacemos una valoración sobre los grados de explotación, tanto la naturaleza como el ser humano sufren de un agotamiento de sus recursos.
El ser humano saca una diferencia de la que se satisface con la naturaleza. Justamente, así se reproduce el capital. La diferencia que no cobra la persona asalariada en contratos de trabajo, es llamada plusvalía, que también se ubica en un plano de explotación, contra el mismo ser humano.
Es por lo anterior, que la lucha obrera y la lucha ecologista, reaccionan en conjunto contra la opresión generada por el capital. Diría Jorge Riechmann, que “la lucha del movimiento ecologista por poner límites a la destrucción de la naturaleza, es equiparable a la lucha histórica del movimiento obrero”.
Por ende, el sindicalismo verde, además de comprometerse en estos márgenes de lucha, es un sindicalismo responsable. Toda lucha obrera debe estar atravesada obligatoriamente por la consciencia de clase, pero ahora también, comprendiendo que debe pensarse en un sistema que es desequilibrado en relación con el ambiente.
No obstante, es imprescindible entender al ser humano en su naturaleza, como una ecología por sí misma, con sus expresiones y limitaciones materiales, pero también que a causa del capital, cae en la explotación, así como otras especies y entornos naturales. En esta línea podríamos afirmar que el fin del ser humano, es su bienestar. En nuestras latitudes latinoamericanas, tenemos muy claro el concepto del “bienvivir”.
Por ello que debemos buscar mejores condiciones para vivir, como un autocuidado con nuestra naturaleza.
El sindicalismo verde debe asegurarse siempre, un entorno equilibrado tanto en condiciones para su trabajo, como también para producir de manera equilibrada en entornos naturales. La consigna es muy clara, y siempre debe estar presente: sin justicia social, jamás habrá justicia ambiental.
Por ello, un sindicalismo verde, también pasa por oponerse a las jornadas 4×3, a la Ley Marco de Empleo Público, que precariza las condiciones laborales; como también a la permisiva regulación ambiental que permite el uso de agrotóxicos muy letales para nuestros suelos, aún cuando la comunidad internacional en su mayoría los ha prohibido.
Ambas luchas se entrelazan de manera intrínseca, y por ello también es importante plantear que el sindicalismo debe respaldar temas de interés ambiental, pero debe ser una voz crítica ante el excesivo conservacionismo que carece de perspectiva social y de trabajo. Sobre este tema, abordaremos en próximos artículos bajo la firma de este autor.